El viernes empecé mi nuevo trabajo, este fin de semana al fin pude dormir del tirón algo más de 5 horas. El viernes vine a Logroño, empezó a nevar a medio camino, todo blanco, todo precioso. En el nuevo trabajo no sé como me va a ir, pero el antiguo es como lejano, quizás es como cuando tenemos problemas de visión, nos acostumbramos a él y empezamos a hacer una vida normal, hasta que nos ponemos unas gafas y entonces volvemos a ver con nitidez y descubrir detalles que antes pasaban desapercibidos.
Este próximo fin de semana volveré a Logroño, la verdad es que al final, es una lucha absurda, entre lo que me gustaría que fuera y lo que es. Como si mis deseos fuesen ordenes para un universo demasiado grande para hacerme caso. Cambiar de actitud me resulta complicado, si bien es cierto, que quizás si empiezo a salir algo por aquí encuentre alguna cafetería o lugar con encanto, donde me sienta como en casa.
Sé que hay una lección básica que me gustaría aprender y es la aceptación de lo que es, esto que es complicado para mí. Pero al final, como cuando eres niño, y empiezas a andar, tambaleándote de un lado a otro, cayéndote, creo que podré hacerlo.